jueves, 27 de enero de 2011

Siento luego...


El que les habla (si lo prefieren: el que les escribe) y pienso que mucha otra gente responde de manera particular a ciertos estímulos sensoriales.
Digo, están esos olores que nos trasportan a lugares del antes impregnados de infancia, tiempos de antaño que en el recuerdo nos parecían más felices (el recuerdo nunca es más que una sensación de lo que realmente paso junto con un deseo de lo que nos hubiese gustado que pasara ¿no?)
Hay músicas que nos remiten a algún libro que leímos en la cama de la habitación de Adrogué tomando té (o sea enfermo) y tenia puesto esa remera verde… ¿qué fue de la remera verde?... perdón, vuelvo.
Sonidos conocidos: una bocina, el ruido particular del auto, el ladrido de nuestro perro, las chicharras del verano o inclusive “esos” silencios especiales que cual “flashback” cinematográfico nos llevan a otros “aquí ahora” llenos de otras preguntas y hacia otros viajes de la mente.
Mirando a alguien a los ojos o en las luces del semáforo cambiado de amarillo a verde se produce una interrupción del “continuo espacio – tiempo” (Doc. Brown dixit). Sin maquina del Tiempo, salvo con la compleja “testa di….”, viajamos un instante al futuro y/o al pasado. Vemos lo que fuimos y quizá lo que seremos (si es que el deseo es más fuerte que el miedo a mirar).
Y ni hablar de las sensaciones táctiles y sus consecuencias en nuestro imaginario.
Mundos multicolores en esos besos que nos erizan la piel. En
Las caricias que calientan el cuerpo desde abajo hacia arriba la inexorable derrota del amor por sobre el invierno. Y cuando ella me roza... ¡ah! ese roce que nubla todo por unos segundos con tanta fuerza en que perdemos conexión o quizá al revés, nos conectamos mas que nunca.
El sabor de esa comida que mezclada con ese olor... me recuerda tan irremediablemente a mí y mis hermanos jugando en algún patio de otras vidas o bien a ese país que visitamos el año pasado y que tenía gente tan amable…
Esto es en definitiva cada uno de los sentidos relacionándose con nuestra psiquis y permitiéndonos viajes inesperados en momentos inesperados... porque definitivamente no existe control de las imágenes a las que nos remiten estas sensaciones.
Supongo que se habrán dado cuenta de mi olvido; que también pasa que viajamos a lugares que no queremos recordar o lugares tenebrosos que trasforman a esas sensaciones en desagradables. Mal que nos pese esto es de igual manera inesperado e incontrolable…
En esta concepción sensorial de lo cotidiano también esta lo que a mí me gusta llamar el sexto sentido (no la película). Esto es la suma de todos los sentidos funcionando al mismo tiempo. Que para mi ocurre muy pocas veces, sin ser uno plenamente consciente y solo posible en determinados “contextos sensoriales” (guau). Para dar un mal ejemplo, a veces un olor junto con algo que estamos viendo como el color y tipo de ropa de un alguien caminando por Av. San Juan nos hace recordar a Laura que ya hace años q no veo después de la fiesta en lo de Carlos y que me entere que estuvo en Bangladesh… el cerebro recopila datos y recuerdos vanos de Laura y la carga en la memoria RAM, si es que existe tal cosa, empieza un proceso en el que se la pasa buscando “Laura” cual google, en la base de datos : "gente que uno se choca a diario".
Ahí es cuando ocurre lo sorprendente, lo impensado: -“hay que loco justo estaba pensando en vos y te encuentro aquí en pichincha y agüero...”-


G.G

No hay comentarios:

Publicar un comentario