Con mi amigo Gustavo solemos decir: “estoy en estado”, para
dar cuenta de un estado de ánimo en particular, difícil de describir, pero en
tal descripción irían los adjetivos, sensible, perceptual, poético, frágil,
omnipotente y débil a la vez, digamos un estado de conciencia de cosas que
habitualmente no concientizamos, la humedad del aire, los colores, una cosa así
como si la puerta al inconsciente hubiese quedado entre abierta y se nos filtraran
las sensaciones mas mágicas que esta otra parte misteriosa que nos gobierna
guarda en su difícil silencio.
En el bosquejo de “las puertas” intentaba hablar sobre el
silencio y la pregunta disparadora era: ¿Hay nada en el silencio? Evidentemente
pienso que hay y mucho, el tema o la dificultad es desarrollar los mecanismos
para oír o sentir ese silencio, pero sobre todo, ¿cómo romper la difícil gran
barrera? Si estamos convencidos de que hay algo buscaremos como buenos
científicos innatos las formas de. Ahora, si nuestra limitación esta enquistada
como verdad y sostenemos que en el silencio hay nada o mejor dicho no hay nada,
nos topamos con una de las grandes barreras que nos hemos creado los seres
humanos, nuestro propio límite.
“Después de todo tu
eres la única muralla, si no te sueltas nunca darás ni un solo paso” Esta frase
en lo que a mí respecta me llevo a dos lugares: El primero, al límite. ¿De qué
habla? ¿Qué quiere decir? ¿Qué muralla?
Y consecuentemente, el segundo, me llevo hacia las puertas… En definitiva
funcionó como disparador o visualizador de barreras.
Pensaba acerca de la filosofía, también sobre otras cosas,
pero en este caso sobre la filosofía (amor a la sabiduría) y también lo
charlaba un poco con las gentes tratando que la rosca enganche y continúe
ajustando mí pensamiento y no sé en qué momento la razón y lo otro, tomaron
todo por asalto, fueron, de pregunta en pregunta, de sentido en sentido, en fin,
propusieron dejar la superficie y sumergirse en la profundidad de la palabra, de
nuestros actos, de todo. Poner la atención al servicio del cuerpo y del mundo,
que las cosas dejen de ser porque sí, que lo hermoso talle en el interior el todo, es decir, la búsqueda,
la pasión, la duda. Y así fue, todo eso que vagaba y acontecía empezó a ordenarse,
me ubicó o me ubiqué; de alguna manera todo aquello que nunca tenía ni tiene sostén
físico como el pensamiento y lo otro( que no se sabe donde esta), algo bien pero
bien abstracto, empezó a sostener mi
existencia y no solo eso, que no es poco, sino que proponía nuevas veredas,
nuevos límites (aún desconocidos) porque desde la capa de abajo la misma cosa
no es la misma cosa sino muchísimas cosas y desde ahí, desde el lugar donde el
limite se corrió, no se sabe bien que pasa pues, las puertas son todas nuevas
aventuras, misma vida con capacidad elástica en la inmensidad y su profundidad.
Que quiero o quise decir con esto, en el marco de una
sociedad y época capitalista y de consumo, el producto tiene entidad propia y muchas
veces sobrevaluada, lo etéreo, el conocimiento la belleza interior, la mirada,
tienen un valor negativo a la hora de exponer, en cambio, lo material escaló
por sobre lo invisible, el conocimiento que no trae nada productivo en lo
inmediato no sirve y la belleza física pisoteo toda exclamación espiritual y
certera que por ejemplo podría darnos la mirada.
Obviamente es una exposición arbitraria porque estoy dando
por supuesto que esto es mejor que aquello, pero quisiera dirimir o justificar eso con esta breve explicación.
Solo pareciera haber
una única manera de ver las cosas, que nos viene empaquetada, culturalmente y
salirnos significaría una especie de suicidio. La razón, la lógica sociedad que
nos ha acunado, nos proporciona todo y con ello, una gran cantidad de miedos si
nos corremos de “la norma”, norma de la que cuesta tanto correrse porque
socialmente el entorno y nuestros lugares próximos se mueven bajo ese mandato. Corriéndonos
un poco de ese eje encontramos una gran cantidad de “formas” o mejor dicho, “distintas
formas” de mirar la realidad, un poco
más introspectiva, reflexiva, interrogante sobre nosotros, nuestros actos y
nuestros aconteceres, en definitiva, una manera de hacer más “feliz”, “intensa”
o “dinámica” la pasantía de nuestras vidas. Nunca te lo ofrecen, salvo el arte,
alguna religión u otras formas que desconozco que son tratadas como cosa rara o
tabú, pero que también de alguna manera son controladas. Por ende los caminos son
pocos, los humanos nos vamos dedicando a sentir poco, a pensar otro poco, a ir
razonando lo obvio, digamos un razonamiento teledirigido casi vacío de sentido,
en fin, a seguir la huella, dejando afuera un razonamiento lleno de detalles,
de profundidades con aportes de lo no racional, de lo perceptual, de lo no inferido, en un espacio
con tiempos sin relojes, con latires de universo, en definitiva pensar al ser
humano sin límites, sin murallas, con una paleta inmensa de formas de deambular
por este maravilloso mundo.
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