domingo, 13 de enero de 2013

Transparencias involuntarias.

No se si existe algún argumento mas fuerte que la respuesta a una mirada para develar lo mas trascendente de nuestras esencias. Todas las máscaras construidas con el cuidado más "empeñoso" de nuestro ser pueden caer en miradas. Y si bien el tiempo le enseña a uno a cargarlas de pequeños engaños; digamos, artilugios a consciencia. No deja de ser tambien un momento de pureza increíble, una desnudez involuntaria.

Dicen que los ojos son el espejo del alma y en realidad se esta hablando de la mirada. El asunto para el caso no es lo que uno quiere decir, sino lo que no. Eso que se deja caer por sobre los códigos. A las personas se las lee por sus actitudes, por lo que eligen decir y lo que no, pero sobretodo por como miran. Podrán decir que ese mirar se puede disfrazar y es cierto pero para eso se debe tener un dominio increíble. Por eso las miradas entre dos personas que buscan, suelen ser la descripción perfecta antes de algún todo o la nada. Aunque a eso siempre hay que sumar un atisbo de valentía, una fuerza suficientemente potente para que la acción active su reacción y exista una historia.

 Mis días transcurren entre una mirada y otra. Pienso que es una linda medida de tiempo, quizá más idonea que la medida cronológica, tan absurda como rígida.
En este mundo de engaños, la vulnerabilidad es trascendente. Buscar es encontrar siempre me dice algo en mi cabeza. Es controlar la inseguridad que se nos escurre. ¿Alguien por ahí es capaz de no temer?. ¿No es eso la conciencia? La capacidad de razonar para prever lo que vendrá. Regalo y castigo. Inevitabilidad de lo que se trata de escapar. Sin embargo siempre hay algo más que lo decimos, una sumatoria de acciones que nos delatan a nosotros mismos. Ser vulnerable es también entregarse a lo incierto, ahí lo maravilloso de mirar, de mirarnos.
Juguemos otro juego... A ver como miran a la primera persona que vean después de leer esto.


G.G

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