martes, 6 de agosto de 2013

Tríada sin par

Poesía en do menor alterada por un bemol.

Las palabras desafinan en sonrisas cuando van por tus oídos.
Blanca la música se ensambla con la presión exacta.
El resultado... Es tu nombre de gluten,
tu piel caramelo, tus ojos café, tu frescura temerosa.

Si pienso en amarillo, me acuerdo del sol yéndose
intimidado por tu espejo aquella primera tarde.
Si escucho la postal de tu voz
viene un mundo de músicas desnudas
danzando el tejido de mis recuerdos.

La cosa es cuando no escucho, ni pienso, ni nada.
La cosa es cuando el grifo queda abierto y el sentir se desparrama en un rojo agitado,
en un vaivén inexplicable de sabores crocantes, en burbujas húmedas con sabor a sexo.
La mejor parte es cuando después de todo eso abro los ojos y te veo.





La juventud.
Práctica de un dínamo mágico, espíritu privativo de redención. Calidoscopio de posibilidades.
Viento suave, apacible, cálido envuelto en torbellinos de raíz emocional. Jurisdicción de alegrías plenas, coloridas y rancias, grises amarguras que se esgrimen por el control.
Y entre todo todo eso estás vos, esta la alegría de un hermano, esta tu follaje femenino, esta la copa del árbol buscando el sol. Está el porvenir, esta la inscripción de un sueño, el tuyo.
Está la posibilidad de ser todo aquello que ya sos; está, en definitiva, la puerta abierta al infinito, la cara lavada reflejada en el lago, esta la niña, adolescente y mujer en su potencia máxima. Está tu color naranja al pie de la luz amanecida para celebrar este día como una vuelta más en tu espiral de vida.


La forma de tu sonrisa.
Redonda, mágica, iluminada
ventrílocua, espumante, contagiosa,
impulsada de adentro hacía el universo, del universo al silencio de tu blanco reír.
Insospechable la luna imita tu condición genuina, tu misterio etéreo.
Asimilados tus sentidos se engalanan Y salen a pasear el mundo que desorbita planetas y todos los puntos de una sutil enigmática, sexual, tierna forma de sonreír.

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