Hace un para de años caí en la cuenta de que sólo conocía a Mozart por haber escuchado alguna de sus obras. De chico por algún dibujito o propaganda sin saber que eran de el. Algunas sinfonías o piezas para piano que sólo entrada la escuela primaria me pasaron a enseñar que el había compuesto.
Junto con la atribución de sus obras vinieron de regalo un par de imágenes, retratos de un tipo con peluca blanca, claro que saber que era peluca también vino después. Esa música jocosa y tan seria( Así me sonaba por esos entonces) era compuesta por este Amadeus muchos nombres Mozart y me alcanzaba. Me puedo arriesgar a decir que tenía asignado también el color rojo y le gustaba el chocolate( esto último vino de un viaje de trabajo de mi papá a Austria).
En definitiva yo había creado a una persona que para mi era así cada vez que hablaba de ella o escuchaba su música.
Pero como suele ser, dicen los más viejos del club del pesimismo, lo suficiente nunca alcanza mañana a la noche.
Quiso el camino llevarme a Wolfie y esta vez para cantarlo, no solo escucharlo. La imagen empezó a chocar con lo que sentía en su interpretación y soy un poco meticuloso con respecto a algunas cosas.
No fue tan difícil encontrar una solución al conflicto: tenía que sentarme a tomar un café con el. Tenía que encontrarlo y ver como era el en el contacto frente a frente. Como podía ponerlo en congruencia con mis nuevas intuiciones acerca de como era el. Lo difícil de encontrarse a tomar un café con Mozart no es algo que necesariamente debo explicarte acá. Pero después de solucionar los problemas espació temporales, de idioma y sobretodo de agenda, es increíble lo ajetreada que puede ser la agenda de un músico móvil del siglo 18, tuvimos ese encuentro.
Como decía, después de interminables pormenores logramos juntarnos. Yo pedí un café, cortado con leche fría y el una manzanilla, porque andaba como loco de los nervios.
Lo primero que me llamo la atención es que no esperaba que fuera tan informal. Sin la peluca y de cerca sentí que su genialidad no lo había alejado demasiado del resto de los humanos. Supongo que de alguna manera me era más sencillo pensar que su genialidad lo hacía menos parecido a los demás.
La charla fue muy amena y no faltaron chistes, mucho sarcasmo y palabras afectuosas. Si, el tipo era afectuoso conmigo sin que nos conociéramos. Será que producir lo imposible genera la admiración de los genios o simplemente más allá de todo, lo importante es conectar.
Ahí fue cuando yo entendí que a pesar de que me sentara con el todos los días de su vida y llenara partes del hueco. Nunca dejaría de ser para mi una imagen. Así cómo yo lo era para el.
Un supuesto, un nombre, una melodía y un montón de detalles que sólo serían anécdota.
Como todo, inclusive lo importante las cosas pasan. En el tiempo todo pasa.
Su arte es arte únicamente si lo completa otro. Si alguien puede darle cuerpo a la imagen. Por eso el momento artístico es único y no se puede separar de nuestra humanidad, y de nuestras particularidades. El arte es sólo en la interpretación.
Después de nuestra charla y de una de las mejores tardes de café que he tenido nos despedimos con un abrazo. Y aunque no lo puedan creer, el fue quien lo inicio.
Esa fue la última vez que lo vi. Sospecho que esa fue la última vez que el me vio también, pero eso ya es cosa de el.
Como a todo lo que pasa, lo voy a extrañar un poco y lo voy a llevar siempre conmigo.
El ser humano por definición intenta de escapar a lo intuitivo a partir de la razón y sin embargo es en la sospecha y la intuición donde más conexión existe.
G.G
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