viernes, 21 de agosto de 2015

Despertando las mañanas.

Flavia sintió el sol en su piel y recordó porque le gustaba dormir con las ventanas abiertas de su cuarto. Despertarse con la caricia de un rayo del sol hace más fácil las mañanas de invierno. Movió las piernas entre las sabanas y sin hacer movimientos bruscos se levanto de la cama. La luz había invadido el cuarto tal como lo había planeado al dejar las cortinas abiertas la noche anterior. Hay días en que uno se permite desarrollar ese tiempo que hay entre el sueño y las ganas de ir a desayunar. Un instante en donde cada movimiento se produce dentro de una coreografía perfecta. El cuerpo responde a este ballet sin poder controlar del todo cada gesto y a la vez lo realiza dentro de la perfección que da perderse en tal estado. Una vez en la cocina y tratando de no romper el encanto empezó a prepararse el desayuno. 
La tostada desarmándose en su boca, el sabor del pan quemado y el dulce de leche la llenaron de una sensación de infancia:  de su abuela en alguna mañana en que su Papá y su Mamá la habían dejado a dormir : -  " Solo por una noche". 
Cada acción encadenaba una sensación que la conectaba con sus recuerdos; un escape o un refugio. Quizá solo un viaje pero que había tomado el momento para transformarlo en un puente entre el ahora y su pasado. Sabia que esas cosas no pasan todo el tiempo y se permitió esas conexiones y sus respectivos viajes.
En este contexto de entrecasa, en esta mañana memorable después de una hermosa noche de cuerpos, sudor y sexo, se sintió plena y sonrío.
Nada pudo detener el sonido del despertador que la invitaba a despertarse por segunda vez. 
Maria Laura entendió más rápido de lo que le hubiese gustado que su sueño de otro despertar había terminado. La habitación tenía ahora olor a madera y la luz solo entraba a través de las cortinas cerradas, escapando por los huecos que no lograban detener su ingreso.  Apoyo los pies sobre el suelo y sintió como la madera crujía. Las casas antiguas lo ayudan a uno a despertarse con sus ruidos particulares. Lo mismo paso al abrir la canilla del baño que con ese sonido metálico de película de terror tanto la confortaba. 
Se miro al espejo y en la cara de sueño también vio alegría. No pudo mas que esbozar una sonrisa.
La alegría de su cara se esparció como un abrazo y contagio rápidamente a su cuerpo de un aura nuevo y placentero. Salió del baño y apretó play en el viejo reproductor que la acompañaba desde tantas de sus antiguas casas. La música brasileña inundo las habitaciones y coloreo perfectamente los primeros pasos de este día que ya prometía tanto. Qué lindo que es cuando la música refuerza lo cotidiano. Será que uno no puede escapar del cine y su influencia. Protagonistas del film de nuestra propia vida.
Preparó la cafetera, la puso a en la hornalla y disfruto el olor que despedía sabiendo que este seria siempre mucho más café que lo que podría llegar a beber luego. 
Sobre la mesa vio unas partituras y sin poder impedirlo leyó el texto y entono las notas, casi sin querer. 
Lo que leía y la música de fondo chocaron en una formando una nueva armonía y no pudo mas que sorprenderse de lo increíble de esa casualidad. De lo hermoso de un momento sin premeditación. Al mismo tiempo una nostalgia la invadió sabiendo que ese momento inexorablemente estaba pasando. 
Entendiendo que el choque ya no era solo de armonías sino también de sensaciones volvió a sonreír.
Quien puede controlar la Epifanía cuando llega.
Esta vez muy sorprendida Ailyn estiro la mano para apagar la alarma del celular que la devolvía de lo que había sido un sueño muy extraño. Nunca antes había sentido tan real un sueño. Despertarse tres veces la había dejado un poco mareada. Porque si bien sabia que era un sueño, la sensación de sus otros despertares no le parecían tan lejanos. Casi podía ver a las otras dos mujeres en ella y a la vez entendía que no eran para nada como ella.
El frío de la mañana no se sentía en la habitación porque la calefacción era como en todo país nórdico satisfactoria y eficaz. Los vidrios transpirados eran claro indicador del frío invierno que lo esperaba a uno afuera de la casa. 
Aylin solía despertase a energía plena y así lo había hecho también hoy. Dejo la cama y a su marido en ella y paso por la habitación de Francisco para ver si seguía durmiendo. Con un año ya, Francisco era ordenado en sus costumbres y dormía toda la noche de un tirón. Eso si la leche debía estar lista ni bien la madre lo viniera a buscar para llevarlo abajo a la cocina. Al principio le había dado la teta pero ya desde hacía un mes que había dejado de hacerlo. 
Aylin había aprendido a disfrutar este, su momento de independencia y soledad. Los 20 o 30 minutos  entre que se despertaba desayunaba y preparaba las cosas para Francisco. 
En la cocina se sentía un poco mas el frío porque el vidrio dejaba ver la nevada y la vista contagia fuerte a los demás sentidos. Así que se cerró la bata y subió un punto del termostato.
Mientras sacaba la leche de la heladera y la ponía en el biberón para calentarla mas tarde.  Se dio cuenta que tenía que comprar bananas porque faltaban. Solo le quedaban una aparte de la que se iba a comer. Los cantantes tienen rituales ineludibles y que hubiesen bananas eran el de Aylin. 
Se sentó en el desayunador y empezó a cortar la banana sobre los cereales que serían su desayuno. Aparte de madre y esposa era cantante. Así que repaso el día que estaba por venir organizando bien lo que no podía no hacer. Si bien con Francisco las prioridades habían cambiado en muchos de los aspectos familiares ella se había prometido no renunciar a su realización personal así que el balance era fundamental. Puso a calentar el biberón y prendió la radio para sentir las noticias de la mañana. 
Hay algo en la rutina que nos ayuda a organizarnos mejor pensó.
Pensó en su vida dividida en varias, en los besos de su esposo y los de sus amantes. Pensó en la felicidad y el amor que sentía por Francisco. Pensó en su sueño y en el canto. Pensó en que el tiempo es suficiente si uno sabe como organizarlo. Pensó en el control, lo que si podía controlar y lo que no...

El locutor anuncio en la radio que habría más nevadas y las temperaturas no subirían al menos hasta la semana siguiente. 
Apago el fuego y saco el biberón de la olla. Francisco seguro ya la estaba esperando. 



G.G

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