sábado, 18 de febrero de 2012

Yo no pedi nacer

No se puede realmente justificar la existencia. Se la puede tratar de entender a partir de la religión o de la ciencia, del arte y un sin fin de supuestos, pero en todos los casos se basa en un principio de fe. Fe en el sentido de creencia, de confianza. En ese sentido reposa de alguna manera la responsabilidad en otro, otro tan poderoso que es capaz de crear y además de ordenar la vida. Sea quien fuera ese otro (entre ellos Dios o el universo) nunca da la cara por su creación, ni se hace responsable por su obra. Es mas, se encarga de estar lo suficientemente escondido para causar la intriga y el suspenso en la persona que en ese momento se interroga, en alguna forma de desdoblamiento, a si misma. En la mayoría de las personas el desconocimiento del supuesto origen, del “yo no pedí nacer”, suscita el desconocimiento del “para que estoy acá”. El anonimato de la creación y la falta de respuesta real al interrogante permiten al individuo una suerte de respuestas opuestas que marcan de alguna manera rasgos del neurótico y que conviven en inestabilidad constante. Por un lado existe la posibilidad de que no halla otro y si ese fuera el caso, “yo” tengo el poder de decidir que hacer (yo hago lo que yo quiero). Por otro lado suerte de no disponer de las cosas, que “ya estaban preestablecidas por el destino”. La frase también apela a un estado de malestar, de angustia manifestado en el “yo”, el yo como mecanismo de defensa como señal de angustia y que nos dice: “que si por mi fuera no se si estaría acá; si yo hubiese tenido la posibilidad quizás no hubiese querido nacer, existir acá, donde “todo” me incomoda y me molesta.
 G.G

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