Escena y guión
La imagen es poco clara, nubosa.
La cámara son mis ojos y captan de
fondo un gran basural.
El olor es nauseabundo. No se ven
rastros de vida, salvo buitres solo ellos rondan.
Avanzo lento hacia el basural, hago
foco en un ataúd marrón oscuro que se interpone con lo real, es lo
único que se ve claro.
Todo es hostil. El color de la imagen
en general es lavado, aplacado.
En ese lugar es de día pero, no hay
sol, solo su luz que atraviesa la densa capa de niebla y nube.
El sonido es de cuerdas (tipo requiem)
y se entremezcla con el ambiente, ambos casi imperceptibles.
Me aproximo al cajón, en la escena
casi nada cambia, solo la cercanía lenta tipo marcha hacía el
ataúd.
La intriga parece crecer pero sin
vértigo, sin prisa, sin sorpresa.
La cámara está muy cerca del cajón
que yace en el piso.
Curioso se estira desde arriba, para
mirar si allí, hay alguien dentro.
El cajón no tiene tapa, tampoco
filtro; está por captar, ver, falta solo un paso y...
Fin escena uno.
¿Cómo comunicar?
Lágrima cayó. Un átomo de gota
envuelta en tu nombre.
Átomo estalló. Silencioso cortó los
últimos rieles con la cordura.
Su expansión universal no es captada
por nadie, es invisible.
Las palabras, como medio, no llevan en
sus vagones la sensación que nombran.
"Los prisioneros muertos" no
dice más que lo que cada uno está dispuesto a leer.
Comunicar es codificar y decodificar.
Los invencibles fueron vencidos al
nacer.
Los verdaderos valientes fueron un
error de la anestesia antes de salir al mundo.
Solo ellos entienden, cada trazo sonido
que encierra una palabra.
Todo lo demás es falso aunque
verdadero.
El cuento adormece la libélula en la
metrópolis cual sea.
La mecánica es el engaño occidental
de una mente jaqueada.
La mirada es el anhelo liquido que
viaja único a través del tiempo.
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