viernes, 13 de febrero de 2015

Caprichos de la perspectiva expresionista...

Escena y guión


La imagen es poco clara, nubosa.
La cámara son mis ojos y captan de fondo un gran basural.
El olor es nauseabundo. No se ven rastros de vida, salvo buitres solo ellos rondan.
Avanzo lento hacia el basural, hago foco en un ataúd marrón oscuro que se interpone con lo real, es lo único que se ve claro.
Todo es hostil. El color de la imagen en general es lavado, aplacado.
En ese lugar es de día pero, no hay sol, solo su luz que atraviesa la densa capa de niebla y nube.
El sonido es de cuerdas (tipo requiem) y se entremezcla con el ambiente, ambos casi imperceptibles.
Me aproximo al cajón, en la escena casi nada cambia, solo la cercanía lenta tipo marcha hacía el ataúd.
La intriga parece crecer pero sin vértigo, sin prisa, sin sorpresa.
La cámara está muy cerca del cajón que yace en el piso.
Curioso se estira desde arriba, para mirar si allí, hay alguien dentro.
El cajón no tiene tapa, tampoco filtro; está por captar, ver, falta solo un paso y...
Fin escena uno.




¿Cómo comunicar?


Lágrima cayó. Un átomo de gota envuelta en tu nombre.
Átomo estalló. Silencioso cortó los últimos rieles con la cordura.
Su expansión universal no es captada por nadie, es invisible.
Las palabras, como medio, no llevan en sus vagones la sensación que nombran.
"Los prisioneros muertos" no dice más que lo que cada uno está dispuesto a leer.
Comunicar es codificar y decodificar.
Los invencibles fueron vencidos al nacer.
Los verdaderos valientes fueron un error de la anestesia antes de salir al mundo.
Solo ellos entienden, cada trazo sonido que encierra una palabra.
Todo lo demás es falso aunque verdadero.
El cuento adormece la libélula en la metrópolis cual sea.
La mecánica es el engaño occidental de una mente jaqueada.

La mirada es el anhelo liquido que viaja único a través del tiempo.

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